Acerca de Ahora que vuelvo, Ton

René del Risco Bermúdez era una lectura obligada en la década de los años 70´s. Eran tiempos en que la represión, los crímenes de Estado, «el Toque de Queda» y las movilizaciones estudiantiles, constituían el ambiente propicio para que la juventud de entonces, armada de fervor patrio, indignada y llena de la impotencia que produce la lucha desigual de la voz contra las armas, buscara, por medio de una militancia romántica, romper con una tiranía que propugnaba apasionadamente por retener el poder, heredado de satrapías pasadas, a costa de la sangre roja de los mejores hombres del país, color con el que irónicamente identificaba esa tiranía a su partido.

Eran tiempos en que el aula de clases y la casa particular del profesor comprometido, con las ideas y la formación, constituían un refugio en el que escuchábamos clandestinamente los discursos de Fidel, leíamos los libros de Marx y cantábamos las canciones de Raphael.

Ahora que el Centro León celebra un «encuentro de docentes» con una programación de lo que ellos han llamado una «propuesta didáctica» sobre el cuento «Ahora que vuelvo, Ton», es propicia la ocasión para revivir a este gigante de las letras hispanoamericanas y, junto con éstas, hacer una exaltación al motivo que disparó el entusiasmo por la lectura de su obra: Su trayectoria.

No es de extrañar, que toda la obra de René del Risco Bermúdez, a excepción de «Viento Frío», que fue publicada en el año 1967, se conociera póstumamente. Es precisamente el dolor de lo inevitable, lo que produce en el ambiente en que se desenvolvía el poeta, la necesidad de eternizar su memoria con la obra que había construido de forma magistral. Así fueron renaciendo los cuentos dejados en carpeta, los poemas inconclusos, los libros en proyecto.

René fue un hombre hecho de virtudes, de militancia comprometida, de nado contra corriente en los días pesarosos de las tiranías trujillista y balaguerista; fue hombre de prisión y destierro, pero sobre todo, fue humano.

Al releer «Ahora que vuelvo, Ton» y rondar por algunos de sus poemas, el cuento olvidado, de tanto tiempo leído, trajo en mí la misma nostalgia llena de amargura, por lo dejado atrás que no superó lo anclado, descrito por el poeta. Sus párrafos, escritos más que con palabras, con imágenes vivas, convirtió mis emociones en lágrimas y me hizo regresar a los juegos de antes, al abrazo del amigo sincero y a los atardeceres a orillas del Yaque, maravillado por la sinfonía de colores con que se iban las tardes.